jueves, 16 de mayo de 2013

Altea. Puente de mayo 2013

Hacia el Peñón de Ifach (Calpe)
 
       Perfectamente sincronizados, con una evidente mejora en el tiempo metereológico (amplios soles sustituían a los avisos por lluvias en las costas mediterráneas), nos pusimos en carretera el  jueves 2 de mayo. ¿Destino? Altea. ¿Alojamiento?. Hostal el Trovador. ¿Objetivo?. Pasarlo bien. Si, se trataba de un simple viaje playero sin mayor ambición. Nada de monumentos, museos y cultura en general. Simplemente buscar exhibir nuestros esculturales cuerpos desnudos al sol, como la canción.
 
          Antes de nada y como consejo a cualquiera que de forma sorprendente caiga por este blog, decir que Altea es una localidad muy tranquila si la comparamos con otras vecinas costeras. Tal vez sus playas sin arena ( y en estas fechas sin apenas nadie tomando el sol), y con piedras, no sean el mejor reclamo para las multitudes. Si, se trata de un agradable lugar junto al mar al que acompaña igualmente y esto es destacable, un bonito casco histórico, en lo alto de un altozano.

Playa junto al hostal el Trovador
 
            Antes de continuar y como labor informativa decir que nuestro alojamiento, el  Hostal El trovador, nos ha gustado mucho. Buen precio, nos ha salido por Booking a 47 euros noche, desayuno included. Es un hostal con unos cuantos años a sus espaldas,  pero que tiene un montón de cosas buenas: Competitivo precio,  habitaciones amplias, vistas al mar, (nuestra habitación estaría a unos 20 metros en línea recta del agua), se oyen las olas por la noche, playa cuasi privada, limpieza, amabilidad del personal, parking gratuito y una terrazita donde puedes comer. Un placer  sentarse en la terraza, e para devorar un justito pero buen desayuno,  (zumo natural de naranja). Tan solo una pega. No está lejos del centro, hay un trecho de unos 15 minutos a los primeros edificios, pero hay que andar por el arcén de la carretera (se pasan partes bonitas como un largo puente sobre la desembocadura de un rio). Tampoco es mayor pega la verdad si no te importa caminar. Eso si, te puedes llevar el coche por que tiene aparcamiento y al menos a la vuelta no hay que buscar sitio. Eso si, nosotros preferimos caminar en nuestros desplazamientos locales..

Vistas de Calpe desde el camino al Peñón

Casco histórico de Altea
 
¿Qué hicimos, pues?
 
Jueves tarde. Paseo de rigor por la localidad. Altea es al menos en en Mayo, un lugar bastante tranquilo. Sus playas de piedras, volvemos a repetir, no parecen atraer a un excesivo número de bañista. Su centro histórico, nueva reiteración, es bastante pintoresco, y en su máxima altura ofrece bonitas vistas a los cuatro vientos. Y todo lo que se ve es bonito, desde el cercano mar, pasando por el Peñón de Ifacha, la localidad de Calpe, las impresionantes y afiladas montañas que lo circundan más los espectaculares edificios de Benidorm que, oye, también tienen, a su modo, belleza. Andar, caminar, patear, pasear, eso es lo que hicimos esa tarde y los días siguientes.
 
Viernes.
 
        Es el día de Calpe. Hasta allá nos dirigimos por una bonita carretera interior. Calpe es famosa entre otras cosas por albergar el Peñón de Ifach, pétrea roca estratégicamente situada en todo un esquinazo costero ¿O es la roca la que hace el esquinazo?. Lo primero que hicimos fue, aprovechando el frescor mañanero,  acercarnos hasta el la famosa roca. Había leído que era posible llegar hasta la cumbre, eso si, con ciertos reparos, informaciones básicamente contradictorias que hablaban desde desaconsejar la subida por peligrosa a decir que tampoco era gran cosa. Eso si, toda la información coincidía en que en mayo las gaviotas andan (más bien vuelan) especialmente quisquillosas. Debe de ser época de cría y no le gusta la presencia de bípedos. El camino hasta la cumbre del peñón tiene dos partes diferenciadas y claramente delimitadas por un túnel. Hasta ese punto el recorrido es totalmente asequible incluso creo que para silla de ruedas. A partir del túnel la cosa cambia, el camino se convierte en una estrecha senda mayormente resbaladiza que serpentea pasando en ocasiones por zonas rocosas algo vertiginosas.

Eva Martos
 
           Por mi parte, probé y no me pareció tan complejo ni mucho menos. Eva por su parte como muchas otras personas que llegan a ese punto decidió no continuar, sus sandalias tampoco eran las más adecuadas, pero yo decidí avanzar, mayormente a buen ritmo por eso de no dejarla sola mucho rato. La ruta tiene su diversión. No tanto por el camino que es un poco coñazo por lo resbaladizo, sino por ver al personal. Se ve de todo incluso gente pasándolo bastante mal, en algunos puntos algo delicados (poca cosa realmente). Entre toda esa variopinta gente que subía tengo que mencionar a un grupo de unos tres machacas, ya entraditos en años, que iban prácticamente corriendo como diciendo “yo soy un montañero curtido en mil montañas y estoy es pan comido”, pues en uno de esos puntos donde la senda se estrecha uno de ellos por intentar dar una lección de experiencia montañera estuvo a punto de despeñarse. La verdad es que acojona ver como alguien casi se mata, como también acojona los diversos   ¡¡oh my god¡¡¡. Las vistas por supuesto muy interesantes, aunque yo creo que la gran presencia de gente, más las gaviotas que no te permiten alejarte del camino hicieron que tampoco le prestes ni el tiempo ni la atención que merecen. Lástima que no me acercara por la falta de tiempo hasta un bonito mirador, sobre el mar que además debe de tener un acceso más sencillo.


Moreira
 
Tras volver a juntarnos Eva y yo y darnos una vuelta por algunas de las salas expositivas que hay en la entrada de la senda del Peñón nos acercamos al puerto, paseo marítimo y playa de Calpe. Tambien  conseguimos hacernos un hueco en el clásico chiringuito playero donde comimos muy bien. Después de Calpe nos acercamos hasta la localidad de Moreira. Al perder la carretera nos adentramos un poco por el interior,  lo que se agradece por lo pintoresco del paisaje, una mezcla de montañas afiladas, invernaderos, cultivos aterrazados y multitud de urbanizaciones. La verdad es que todo resulta sorprendente.
 
En Moraira paseo de rigor y ya anocheciendo casi vuelta al hostal y luego a cenar a Altea.

Servidor buscando cangrejos

Guiris
 
Sábado. Este día el plan era un poco más diferente, al alejarnos un poquito de la costa. Nos acercamos  a unas cascadas. Interesante el camino de nuevo adentrándote un poco fuera de la costa en un entorno tan tremendamente humanizado. En cuanto a las famosas cascadas, parece el típico sitio turístico tremendamente explotado, restaurantes, parking de pago, gorrillas (aunque fueran oficiales) tiendas de todo tipo, vendedores de fruta, etc. Y a retratarse, 4 euritos de entrada en un complejo bonito, si, agradable también, pero que ya hemos visto también. A pesar de todo entre una cosa (museo, arboreto, caminos, observación de la fauna extranjera se hace todo entretenido). Eso si, debe de ser un paraje agradable en verano pero aparentemente petadísimo de gente. Tras la visita a las cascaditas pusimos marcha, no sin una emoción desmedida por mi parte, a Benidorm, lugar que yo visité hace 40 años, tenía cuatro en el único viaje veraniego que hice jamás con mi familia, y del cual no me acuerdo para nada sino fuera por esas estupendas fotos familiares.
Y Benidorm no decepciona: tráfico denso, gente por las aceras, edificios gigantescos, chonis, gente sin camiseta, extranjeros del color de los cangrejos. Para mayor disfrute, acabamos comiendo rodeados por grupos de ingleses, siempre del mismo sexo, entre gritos, cervezas, las mismas risas y voces en todos los grupos, sudores varios,  tatuajes más o menos descoloridos y voces entre las que destacaban los Jimis, tomis fucking y demás parafernalia que pondría los pelos de punta a la fallecida Margarte Thatcher.
Eso si hay que decir que la ciudad, como ciudad es espectacular y pasear tanto por el paseo marítimo como por la playa está muy bien.
 
Y volvimos a Altea

Tortolitos

Tortolitos con sobreros nuevos
 
Domingo.
 
Tras diversas  propuestas ir de nuevo a Calpe o Benidorm, visitar Elche y Almansa al final nos quedamos tranquilamente en Altea. Se estaba bien. La misma poca gente del jueves, pero aún mejor día. Y eso fue todo, nos dedicamos a holgazanear por la playa y el paseo marítimos y a buscar donde comer algo. A eso de las 6 iniciamos la operación retorno, con el estómago lleno de comida china y mi cabeza intacta ante el intento de apedreo por parte de unos angelitos  a los que su abuela parecía divertir como jugaban con las piedras tirándoselos a los que se echaban la siesta. Lo que hay que ver

¿Hawái?. No, Calpe

¿Un poquito de helado?

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