Aunque la isla
de Lanzarote es pequeña, lo cierto es que siete días no dan para conocerla todo
lo bien que a uno/una le gustaría. Volcanes, playas de toda condición (piscinas
naturales, grandes playas peligrosas al baño, playas bien venteadas y otras con
aires exóticos), pueblos pequeñajos y dispersos con un cierto aire moruno y
sobre todo mucho espacio. A ello hay que sumarle la isla de la Graciosa, la
octava pasajera de Las Canarias, la octava isla poblada (500) que es todo un resumen
de Lanzarote.
Nuestro primer
alojamiento lo teníamos la turística localidad de Puerto del Carmen, antiguo
pueblo de pescadores medio transformado en un resort para europeos de toda
condición. El apartamento resultó bien situado, cómodo limpio y bien atendido.
Dos peros que no lo desmerecen: La televisión hay que tratarle con el cuidado
de un cirujano. Como se te vaya la mano en el mando a distancia la has cagado y
aunque el aspecto general de los apartamentos es de limpieza lo cierto es que
el ultimo día amanecimos con una cucaracha junto a la cama, boca arriba y con
aspecto de infartada tal vez por el susto de ver aparecer sobre ella a un par
de gigantes bípedos.
Pero bien,
aprobamos el lugar, recomendable. Puerto de Carmen no parece tener nada
destacable, nada que le diferencia de otro lugar costero de nuestra España. Con
sus guiris, con sus tiendas de suvenir, con su playa. Para conocer Lanzarote
hay que salir de allí, obviamente.
El segundo
alojamiento (3 noches) lo tuvimos en la norteña localidad de Punta Mujeres con
un ambiente muy diferente al de Puerto del Carmen. Nada de resorts, aquí
predominan los apartamentos turísticos en casas típicas de la comarca, en muchos
casos como el nuestro, la planta baja de una vivienda.
Para los
siguiente las fotos nos servirán de
guion
Paisaje v