martes, 8 de septiembre de 2015

Noruega y Suecia. Laponia. Estocolmo, Lofoten y una pizca de Finlandia. Agosto 2015

Reine. Islas Lofoten



El homo turisticus vuelve a al hogar. Ayer mismo (quien dice ayer, dice hace 15 días) aterrizábamos en Madrid tras este periplo de 15 días por tierras escandinavas. Un viaje que empezó y terminó en la muy noble y sueca ciudad de Estocolmo (elegante y bonita) y que tuvo como puntos intermedios la lapona localidad de Kiruna (minera y tranquila), las Islas Lofoten ( Jesús¡, que espectaculares¡), Alta (extendida, algo destartalada y extraña) y Kaotokeino, lo mismo que Alta pero a su estilo, sin mar y más pequeña. Por cierto todas las localidades exceptuando la capital sueca por encima del Círculo Polar. Rebequita imprescindible para las noches.


Eva mirando a unos delfines (estaban buceando)




Lofoten


En Estocolmo pasamos cinco noches, dos en Kiruna y luego realizamos toda una circular automovilista a golpe de embrague, freno y acelerador donde habremos superado entre unas cosas y otras los 1500 kilómetros, repartidos eso si, en 8 días sobre nuestro grandote Volvo, entre canciones de Ron Sexsmith y Eileen Jewel, plus emisoras locales. El tiempo soberbio. De alguna manera íbamos huyendo de la calorina mediterránea y efectivamente por aquí habrá entre 15 o 20 grados menos pero es que además hemos tenido un tiempo soleado a más no poder. Un buen tiempo acompañado de montón de horas de luz. En Alta, punto más septentrional for example, no llegaba a oscurecer totalmente (a las 11 se podía ir con las cortas) y a las 2 y algo ya era de día. Molaba ver la zona de la puesta de sol que no llegaba a oscurecer nunca.  Para compensarlo el dolor de espalda que ha acompañado al varón del dueto producido a medio camino por un mal gesto y por su ya avanzada edad y que ha convertido a Eva por momentos en toda una porteadora, una sherpa, una mulera, una botones de hotel de cualquier comedia romántica americana de los años 50.

Aquí nos encaramamos sobre un cerro. Lofoten
Skitbotn. Entre Narvik y Alta
Museo Skansen. Estocolmo Seguramente el mejor museo etnografico que hallamos visto



Estocolmo (y Eva)





Carretera por Noruega. Algo de nieve había el algunas zonas

Territorio Lapón. Noruega alberga la mayor población de Lapones del mundo mundial. Unas 40.000 o así.

Lapones (mayormente laponas) así posaron para nosotros. Pues se parecen bastante al resto de escandinavos. Al considerarseles los últimos indígenas de Europa, los imaginaba en taparrabos.

Eva momentos antes de recoger su Premio Nóbel 2015 a la mejor porteadora. Fundación Nobel. Estocolmo


Estocolmo:

En la capital sueca pasamos cinco noches que se dividieron en dos partes bien diferenciadas: Inicio y fin. En Estocolmo creo que cumplimos con todos los mandamientos del buen turista. Visitamos todo el centro, las islas más cercanas, parques, vimos los principales edificios, nos asomamos a algún mirador , patatín, patatán. Eso si, pateamos como unos animales. Calculamos que pudimos andar más de 50 kilómetros.  Semejante pateada no da sino para conocer todo lo fundamental que anda por el centro. Tal vez hubiera sido interesante coger el metro por eso de conocer lo que debe de ser uno de los mejores metros del mundo, creo, pero teniendo los hoteles céntricos todo estaba a golpe de suela. Estocolmo nos pareció una ciudad muy bonita, “La Venecia del norte” la llaman, (aunque eso de aplicar el nombre de la ciudad italiana o cualquier localidad con canales o similares es muy habitual). Y es que sin duda el agua le da una cosita, un plus. Arquitectónicamente la capital sueca no parece especialmente destacada, no existen edificios muy antiguos, ni tampoco nos encontramos con iconos arquitectónicos. Nada de acueductos romanos ni de catedrales majestuosas. La ciudad llama la atención como conjunto, con un barrio antiguo, una isla, de calles estrechas y muy turístico, Gamla Stan y luego otras islas. El agua esto es muy destacable está muy presente. Luego están las calles comerciales con las franquicias que abundan por cualquier otra ciudad europea. Pero sin duda creo que lo más interesante son sus islas menos edificadas, las que han quedado como parques. Por ejemplo la isla de  Djurgarden donde se encuentran los museos quizá más conocidos, incluyendo el de Abba,  también el parque de atracciones y un estupendo parque-robledal que parece ser una entrada o salida al campo. También nos gustó mucho, al igual que con Djurgarden, la isla de Skepssholmen  pequeñita y conectada a otra más chica. Muy tranquila y relativamente solitaria pese a su posición céntrica.. Estocolmo parece una ciudad con mucha clase media-alta. Gente bien vestida abunda, allí andaban, o se sentaban o se tumbaban,  disfrutando a lo bestia del solazo que hacía.


Por Estocolmo. Palacio Real. Aquí la arquitectura no parece querer llamar mucho la atención.



Ayuntamiento de Estocolmo
Estocolmo
Estocolmo


La ciudad, resumiendo, resulta realmente bonita, comodo con poco tráfico y muchos espacios verdes. Estos suecos se lo saben montar. Deben de tener toda la oscuridad del invierno para inventar y pensar.

Visitamos tres museos, dos de ellos son como dicen un “must”. El Skansen se trata de una especie de museo etnográfico talla XXL, donde se recrean (incluyendo una impresionante plantilla de guias-actores) y reproducen edificios y estampas cotidianas de la Suecia antigua (una pena no tengamos nada parecido en España). También tiene un mini zoo muy chulo con sus especies autóctonas. Un lugar para echar el día entero si hay valor.

El Basa Musseum es igualmente destacado. Se trata de la visita a una especie de Galeón y barco similar, recuperado y rehabilitado tras su descubrimiento en los años 50 o 60 del pasado siglo, y que ya digo nos lleva a la edad dorada del reino sueco, allá por el XVII, cuando se hundió en las aguas de la ciudad tras haber navegado un total de… cinco minutos.

Y el último día nos fuimos al museo de historia a ver una exposición sobre los Vikingos. Hay que decir que se muestra el nivel del país en los museos. Abundancia de visitas guiadas en inglés. Muy buen puestos, mucho personal, amable por supuesto. Y todo, como la propia Estocolmo, preparado para que los niños se lo pasen bien.

Los alojamientos fueron los siguientes: Confort  hotel (3 noches) bien situado, habitaciones canijas pero bien en general y First hotel ( 2 noches) habitaciones no aptas para claustrofóbicos, muy buen desayuno ( hasta zumo natural de naranja¡¡¡). Ambos alojamientos, muy bien situados junto a la Central Estación y a 200  metros de la parada al Autobús al Aeropuerto, ideal para quien como nosotros hacíamos dos vuelos (cuatro viajes al aeropuerto).
Evenskjer
Iglesia de Evenskjer. Las iglesias por aquí tienen su encanto.



Kiruna.

El Miércoles 12 volamos a Kiruna. Llegar allí es como ir a otro mundo sin duda. Estamos en Laponia y estamos en una zona muy poco poblada. El aeropuerto es chiquito chiquito y todo resulta agradable y muy verde. Allí nos plantamos, el varón del dueto con un no desdeñable dolor en la espalda fruto de un desgraciado movimiento al sujetar un mochilón y que me acompañó, con leve mejoría,  el resto del viaje.

Finalmente y tras perdernos un poquito finalmente dimos con nuestro alojamiento, el Hotel o lo que fuera Samegard, que resultó un buen lugar, bien situado, amplio y que además alberga un museo Sami, con un complicado horario y que finalmente no llegamos a visitar. Estamos en Laponia y en Laponia viven los lapones también conocido como samis.

En Kiruna al día siguiente íbamos a recoger el coche que nos acompañaría los 8 dias siguientes y con el que ibamos a completar una circular automovilística.
Kiruna es una ciudad interesante. Se trata de una localidad creada  alrededor de una mina,  la principal mina de hierro del mundo, dicen, y que en su larga trayectoria de extracción del mineral se ha visto en vuelto en importantes episodios históricos, como sucedió en la Segunda Guerra Mundial, y hoy en día, esto no deja de ser esto curioso, se está acometiendo el traslado de parte de la localidad incluido el centro a otro lugar ya que la mina se esta engullendo, literalmente el suelo. Una noche de las dos noches que pasamos en las que dormí bastante mal, pude en cambio disfrutar de los ruidos e incluso de un pequeño golpetazo que estremeció como un miniterremoto nuestra habitación. Curioso esto de dormir encima de una mina y del trajín minero que esto debe de llevar implícito. Todo esto, movimientos de tierra y traslado de tus propias casas aparentemente no debe de importar mucho a sus habitantes que por otro lado viven en gran parte de dicha mina. Estamos en una ciudad minera pero al estilo sueco. Todo parece limpio, al menos en la superficie. (siempre hay que extender la sombra de la duda, como en un thriller)

Kiruna la pateamos un poquito, subimos a un cerrete donde había un gran panorama de las montañas fronterizas con Noruega y también de las llanuras boscosas propias de la comarca, y la acabamos cogiendo cariño. Snif.

Al día siguiente agarramos nuestro coche (antes, como nos ha sucedido en otras ocasiones al alquiler coches en poblaciones pequeñas vivimos momentos surrealistas, descuelgue de teléfono, conversación en inglés, aparición de todo un- una personaje, traslado a otro lugar), extrañas situaciones que merecieron la pena cuando nos dieron todo un Volvazo de 35.000 euros en España según podemos mirar, en vez del modesto utilitario reservado previamente. ¿Y como dos pobres funcionarios acaban con un coche que no merecen?. Pues ya se sabe, normalmente te acaban dando un coche más grande, del que has reservado y nos fuimos tan contentos porque además íbamos a pasar unas cuantas horas en el coche los siguientes días. Nos esperaba una buena kilometrada.

Asín que pusimos rumbos a Noruega. En el tramo sueco alcanzamos el peor tiempo de todo el viaje, llovizno un poco y bajamos hasta 8 grados. El paisaje sueco es bastante monotemático, llanura, laguitos y arbolitos, predominando en estas latitudes el abedul de escaso porte. Pero en una hora y media estábamos entrando en Noruega y todo se volvió más montañoso, y finalmente marinero. Dejamos a la derecha la famosa localidad de Narvik, donde se desarrolló una importante batalla naval, realmente fueron 3 batallas,  en la segunda Guerra Mundial. Narvik es el lugar donde embarca el hierro de la mina de Kiruna en invierno, por lo cual el control de la zona se hacía estratégico.

Tras aprovisionarnos de alimento y moneda noruega en Bjerkvik llegamos a nuestro alojamiento en el Camping de Evenskjer justamente en la entrada de las islas Lofoten.
Una pequeña pateada no llevó a un collado en las cercanías de Svolvaer. Lofoten

Playa de Lofoten



Islas Lofoten.

Tres días completos pasamos en las Lofoten, una pena que no fueran más.  Dos alojamientos los tuvimos en la citada Evenskjer justamente en el puente que da entrada al archipiélago y otros dos en Ballstad una marinera y pequeña localidad donde nos alojamos en unas antiguas cabañas de pescadores colgadas del mar. Las llama “rorbuer” y son bastantes típicas de esta zona. Las Lofoten nos sorprendieron. La única pega es que llegas a acostumbrarte a la belleza de los paisajes (montañas picudas que emergen del mar entre pequeños y grandes fiordos y en ocasiones junto a amplias llanuras). La verdad es que es que aquello es para pasar a un mes, si eres millonario. Encima como en todo el viaje el tiempo fue perfecto, sol a raudales lo que nos ofreció todas las posibilidades del caluroso astro. No nos atrevimos a bañarnos (mi espalda¡¡) en sus preciosas playas, agua congelada obviamente, estamos a la latitud de Alaska y Groenlandia. Pateamos un poquito y recorrimos con el coche los 300 kilometrazos de carretera que hay entre A (nombre del ultimo pueblo pesquero) y el ya citado puente que une con la Noruega continental. Así entre paseos más o menos largos (hicimos un par de mini-rutas de estas de 2-3 horas, visitas a las playas y paseos por sus pequeños pueblos (la localidad más grande Svolvaer no debe de tener más de 5000 habitantes) pasamos nuestros días allí. Un lugar para volver y estar más días si nos toca la lotería.
Por cierto hablando de sus playas en una vimos una par de focas, una bastante cerca, y en otra una pareja de delfines a apenas 15 metros de donde metíamos los pies.

Lofoten. Tres colores. blanco, verde y azul ( y blanco de las nieves en ocasiones)
Lofoten
Iglesia de Alta. Curiosa arquitectura


Basa Museum
Camping en Evenskjer. Nuestro coche en plano mediano. Los camping son muy abundantes por Noruega

Interior de un Rorbuer. Alojamiento en antiguas casas de pescadores al borde, o sobre el agua. Muy típico en las Lofoten
Secadero de bacalao en A

Rorbuers en Ballstad



Un mostruo en medio del camino



Rumbo a Alta

Dijimos adiós a la Lofoten y nos pusimos en marcha en dirección hacia el norte. Entre medias nos alojamos en un camping (son muy abundantes y parece que a los noruegos les encantas. Acampados apenas hay, vimos algunos españoles y franceses, pero en todos los campings aparte de las autocaravanas suele haber un montón de cabañas, siempre con cocina. (60-70 euros noche). Por cierto no parece necesario reservar) en la localidad de Skitbotn junto a aun fiordo. Un lugar rodeado de montañas (1800 metros altura máxima) con algunos glaciares asomando. Aquí seguimos encontrándonos con más fauna local. En este caso nos topamos, con un bicharraco caballuno que parado en medio de nuestro camino acompañaba a lo que tal vez fuera una cría. Ni si inmutó el ejemplar animal que resultó ser un Alce. En fin, visto que no se movía y visto su tamaño y talante poco huidizo decidimos abortar nuestra excursión. La verdad es que  atardecía, no había ni cristo y daba cosita dirigirte hacia este monstruo que, en la negrura del bosque te miraba fijamente y no hacía ademán de moverse. Gallinas¡¡¡¡.

Posteriormente de nuestro encuentro con  los alces visitamos la localidad de Skitbotn que tiene ese aire extendido, algo destartalado y sobre todo muy solitario de esta norteña parte de Noruega.

Al día siguiente y continuando con un paisaje de fiordos y alpinas montañas pusimos rumbo a Alta, el punto mas norteño de nuestra ruta. Hay que decir que buena parte de la gente que llega a esta localidad lo hace en dirección a Cabo Norte, el supuestamente más norteña localidad de la Europa Occidental. Pero supone perder casi un día y a parte del hecho de estar allí no parece que tenga nada especialmente especial. En fin decidimos dejar un día más a las Lofoten y no ir para allá. (Trampa para turistas he llegado a leer en algún lugar sobre Norkkapp)

Finalmente llegamos a Alta y ya en sus cercanías ves que entras en territorio lapón. El primer puesto de artesanía lapona (no vimos muchos más) y los primeros renos andando por la carretera como lo hacen nuestras vacas por los pueblos españoles.

Alta resultó ser una localidad algo extraña, muy extendida con un pequeñísimo centro, una calle peatonal de 100 metros, ambiente multirracial. Quizás lo más famoso de Alta sean sus petroglifos, declarados patrimonio de la humanidad o de la Unesco o lo que sea y que resulta interesantes. Hace poco estuvimos en el yacimiento de Siega Verde, cerca de Ciudad Rodrigo y hay que decir que este de Alta tiene muchos más dibujos y representaciones que el yacimiento salmantino. También hay que decir que el yacimiento patrio alberga representaciones más antiguas llegando hasta el 20.000 antes de Cristo, obviously, mientras que en el noruego su datación más antigua creo que quedaba hacia el 4000. Claro que por Alta hacía mucha más rasca y sería prácticamente imposible la vida en los años de las últimas glaciaones.


Las Lofoten deben de ser un paraiso para la pesca. También, hoy en día para el turismo.

Yacimiento de Petroglifos en Alta


Camping en Kouteneiko


Prueba evidente de que conocemos Finlandia al dedillo


Tras pasar casi toda la mañana viendo los petroglifos, alguna sala sobre la historia Sami y pasear bajo el sol, nos pusimos en carretera en dirección a Kautokeino, población que pasa por ser una de las primeras localidades Samis. Estamos ya en plena Laponia, un lugar donde se pueden alcanzar los menos 40 en invierno, tiempo extremo que parece solo permitir la vegetación arbustiva. Al menos así lo parece todo lo que se veía desde el coche, básicamente densos bosques de unos abedules de escaso porte. Lagos, llanuras, abedules y de vez en cuando zonas sin vegetación tal vez desforestadas por la manadas de renos. En Kautokeino, aunque uno esperaba encontrar indígenas en taparrabos, al parecer el 80% de su población habla lapón (sami) no dejaba de ser una localidad más o menos destartalada, amplia. Eso si, la mujer que nos atendió en el camping no hablaba inglés, esto ya es relevante hablando de un país como Noruega, pero nos conseguimos entender ya que si al menos lo entendía. En Kautokeino se ven cosas extrañas. La oficina de turismo está atendida por la recepcionista de un hotel privado, la iglesia abría hasta las 8 pero estaba cerrada a las 6, el museo sami cerraba a las 5 pero estaba abierto a las 8. Paseando por sus cabañas expositivas aparecían,  no sabemos de donde,  niños en bañador y para más inri en el rio había un grupo de adolescentes con motos acuáticas haciendo el ruido ensordecedor que imaginamos les gusta hacer a un adolescente con una moto.
Por cierto no había renos, por supuesto nadie iba con el taparrabos, y no había centro urbano lo buscaras por donde los buscaras. Y eso que hablamos de la principal localidad en muchos kilómetros a la redonda.

Y al día siguiente de vuelta a Kiruna. Más llanura, más lagos, más abedules a los que se les empieza a sumar algún abetillo. Pequeñao en todo caso.

Y al día siguiente devolvemos nuestro coche y pa Estocolmo de vuelta.

Por Ganlan Stan. Lo viejo de Estocolmo


De esta playa no me mueve nadie

1 comentario:

  1. Guau que pedazo de fotos! Quiero ir pronto porque me han hablado maravillas de Noruega y de las preciosas vistas que tiene, que morro! Si te interesa un hotel en Madrid centrico pásate, te hacemos precio!

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