Hacia el Peñón de Ifach (Calpe)
Perfectamente
sincronizados, con una evidente mejora en el tiempo metereológico (amplios
soles sustituían a los avisos por lluvias en las costas mediterráneas), nos
pusimos en carretera el jueves 2 de
mayo. ¿Destino? Altea. ¿Alojamiento?. Hostal el Trovador. ¿Objetivo?. Pasarlo
bien. Si, se trataba de un simple viaje playero sin mayor ambición. Nada de
monumentos, museos y cultura en general. Simplemente buscar exhibir nuestros
esculturales cuerpos desnudos al sol, como la canción.
Antes
de nada y como consejo a cualquiera que de forma sorprendente caiga por este
blog, decir que Altea es una localidad muy tranquila si la comparamos con otras
vecinas costeras. Tal vez sus playas sin arena ( y en estas fechas sin apenas
nadie tomando el sol), y con piedras, no sean el mejor reclamo para las
multitudes. Si, se trata de un agradable lugar junto al mar al que acompaña
igualmente y esto es destacable, un bonito casco histórico, en lo alto de un
altozano.
Playa junto al hostal el Trovador
Antes
de continuar y como labor informativa decir que nuestro alojamiento, el Hostal El trovador, nos ha gustado mucho. Buen
precio, nos ha salido por Booking a 47 euros noche, desayuno included. Es un hostal con unos cuantos años a
sus espaldas, pero que tiene un montón
de cosas buenas: Competitivo precio,
habitaciones amplias, vistas al mar, (nuestra habitación estaría a unos
20 metros en línea recta del agua), se oyen las olas por la noche, playa cuasi
privada, limpieza, amabilidad del personal, parking gratuito y una terrazita
donde puedes comer. Un placer sentarse
en la terraza, e para devorar un justito pero buen desayuno, (zumo natural de naranja). Tan solo una pega.
No está lejos del centro, hay un trecho de unos 15 minutos a los primeros
edificios, pero hay que andar por el arcén de la carretera (se pasan partes
bonitas como un largo puente sobre la desembocadura de un rio). Tampoco es
mayor pega la verdad si no te importa caminar. Eso si, te puedes llevar el
coche por que tiene aparcamiento y al menos a la vuelta no hay que buscar
sitio. Eso si, nosotros preferimos caminar en nuestros desplazamientos locales..
Vistas de Calpe desde el camino al Peñón
Casco histórico de Altea
¿Qué
hicimos, pues?
Jueves
tarde. Paseo de rigor por la localidad. Altea es al menos en en Mayo, un lugar
bastante tranquilo. Sus playas de piedras, volvemos a repetir, no parecen
atraer a un excesivo número de bañista. Su centro histórico, nueva reiteración,
es bastante pintoresco, y en su máxima altura ofrece bonitas vistas a los
cuatro vientos. Y todo lo que se ve es bonito, desde el cercano mar, pasando
por el Peñón de Ifacha, la localidad de Calpe, las impresionantes y afiladas
montañas que lo circundan más los espectaculares edificios de Benidorm que,
oye, también tienen, a su modo, belleza. Andar, caminar, patear, pasear, eso es
lo que hicimos esa tarde y los días siguientes.
Viernes.
Es el día de Calpe. Hasta
allá nos dirigimos por una bonita carretera interior. Calpe es famosa entre
otras cosas por albergar el Peñón de Ifach, pétrea roca estratégicamente
situada en todo un esquinazo costero ¿O es la roca la que hace el esquinazo?.
Lo primero que hicimos fue, aprovechando el frescor mañanero, acercarnos hasta el la famosa roca. Había
leído que era posible llegar hasta la cumbre, eso si, con ciertos reparos,
informaciones básicamente contradictorias que hablaban desde desaconsejar la
subida por peligrosa a decir que tampoco era gran cosa. Eso si, toda la
información coincidía en que en mayo las gaviotas andan (más bien vuelan)
especialmente quisquillosas. Debe de ser época de cría y no le gusta la
presencia de bípedos. El camino hasta la cumbre del peñón tiene dos partes
diferenciadas y claramente delimitadas por un túnel. Hasta ese punto el
recorrido es totalmente asequible incluso creo que para silla de ruedas. A
partir del túnel la cosa cambia, el camino se convierte en una estrecha senda mayormente
resbaladiza que serpentea pasando en ocasiones por zonas rocosas algo
vertiginosas.
Eva Martos
Por
mi parte, probé y no me pareció tan complejo ni mucho menos. Eva por su parte
como muchas otras personas que llegan a ese punto decidió no continuar, sus
sandalias tampoco eran las más adecuadas, pero yo decidí avanzar, mayormente a
buen ritmo por eso de no dejarla sola mucho rato. La ruta tiene su diversión.
No tanto por el camino que es un poco coñazo por lo resbaladizo, sino por ver
al personal. Se ve de todo incluso gente pasándolo bastante mal, en algunos
puntos algo delicados (poca cosa realmente). Entre toda esa variopinta gente
que subía tengo que mencionar a un grupo de unos tres machacas, ya entraditos
en años, que iban prácticamente corriendo como diciendo “yo soy un montañero
curtido en mil montañas y estoy es pan comido”, pues en uno de esos puntos
donde la senda se estrecha uno de ellos por intentar dar una lección de
experiencia montañera estuvo a punto de despeñarse. La verdad es que acojona
ver como alguien casi se mata, como también acojona los diversos ¡¡oh my
god¡¡¡. Las vistas por supuesto muy interesantes, aunque yo creo que la gran
presencia de gente, más las gaviotas que no te permiten alejarte del camino hicieron
que tampoco le prestes ni el tiempo ni la atención que merecen. Lástima que no
me acercara por la falta de tiempo hasta un bonito mirador, sobre el mar que
además debe de tener un acceso más sencillo.
Moreira
Tras
volver a juntarnos Eva y yo y darnos una vuelta por algunas de las salas expositivas
que hay en la entrada de la senda del Peñón nos acercamos al puerto, paseo
marítimo y playa de Calpe. Tambien
conseguimos hacernos un hueco en el clásico chiringuito playero donde comimos
muy bien. Después de Calpe nos acercamos hasta la localidad de Moreira. Al
perder la carretera nos adentramos un poco por el interior, lo que se agradece por lo pintoresco del
paisaje, una mezcla de montañas afiladas, invernaderos, cultivos aterrazados y
multitud de urbanizaciones. La verdad es que todo resulta sorprendente.
En
Moraira paseo de rigor y ya anocheciendo casi vuelta al hostal y luego a cenar
a Altea.
Servidor buscando cangrejos
Guiris
Sábado.
Este día el plan era un poco más diferente, al alejarnos un poquito de la costa.
Nos acercamos a unas cascadas.
Interesante el camino de nuevo adentrándote un poco fuera de la costa en un
entorno tan tremendamente humanizado. En cuanto a las famosas cascadas, parece
el típico sitio turístico tremendamente explotado, restaurantes, parking de
pago, gorrillas (aunque fueran oficiales) tiendas de todo tipo, vendedores de
fruta, etc. Y a retratarse, 4 euritos de entrada en un complejo bonito, si,
agradable también, pero que ya hemos visto también. A pesar de todo entre una
cosa (museo, arboreto, caminos, observación de la fauna extranjera se hace todo
entretenido). Eso si, debe de ser un paraje agradable en verano pero
aparentemente petadísimo de gente. Tras la visita a las cascaditas pusimos
marcha, no sin una emoción desmedida por mi parte, a Benidorm, lugar que yo
visité hace 40 años, tenía cuatro en el único viaje veraniego que hice jamás
con mi familia, y del cual no me acuerdo para nada sino fuera por esas
estupendas fotos familiares.
Y
Benidorm no decepciona: tráfico denso, gente por las aceras, edificios gigantescos,
chonis, gente sin camiseta, extranjeros del color de los cangrejos. Para mayor
disfrute, acabamos comiendo rodeados por grupos de ingleses, siempre del mismo
sexo, entre gritos, cervezas, las mismas risas y voces en todos los grupos,
sudores varios, tatuajes más o menos
descoloridos y voces entre las que destacaban los Jimis, tomis fucking y demás
parafernalia que pondría los pelos de punta a la fallecida Margarte Thatcher.
Eso
si hay que decir que la ciudad, como ciudad es espectacular y pasear tanto por
el paseo marítimo como por la playa está muy bien.
Y
volvimos a Altea
Tortolitos
Tortolitos con sobreros nuevos
Domingo.
Tras diversas propuestas ir de nuevo a Calpe o Benidorm,
visitar Elche y Almansa al final nos quedamos tranquilamente en Altea. Se
estaba bien. La misma poca gente del jueves, pero aún mejor día. Y eso fue todo,
nos dedicamos a holgazanear por la playa y el paseo marítimos y a buscar donde
comer algo. A eso de las 6 iniciamos la operación retorno, con el estómago
lleno de comida china y mi cabeza intacta ante el intento de apedreo por parte
de unos angelitos a los que su abuela
parecía divertir como jugaban con las piedras tirándoselos a los que se echaban
la siesta. Lo que hay que ver
¿Hawái?. No, Calpe
¿Un poquito de helado?