viernes, 14 de septiembre de 2012

Japón. Agosto 2012

Tokio. Barrio de Ginza.

            Parte I. Nos vamos para allá.          

          Ignorando bajadas salariales, el desplome del valor del euro (casi un 10% en apenas un mes), amenazas de la vuelta a la peseta, temores a terremotos, tsunamis y radioactividades varias estas vacaciones decidimos ir a Japón. El que esto escribe, el más mayor del dueto,  desde hacía años quería conocer Japón, lo tenía en mente, diría que estaba en mi top 3, o 2, o 1,  de destinos favoritos. ¿Y por qué?.  Una de las razones principales se debe al hecho de  haber conocido algunos japos tiempo allá y fuera de nuestras fronteras. Eran unos tipos diferentes. Parecían majetes, risueños y bastante simpáticos. Y sorprendentemente respetuosos. Si, llamaban la atención positivamente. Pero además de sus habitantes  el propio país en si mismo resulta muy atractivo. Todo el mundo conoce aquello de su cultura milenaria. El país está, podemos decir, en nuestras antípodas, en una esquina de Asia, en una isla fuera del continente,  y claro, por fuerza, por una simple cuestión de distancia, tienen que ser muy diferentes a, por ejemplo, los españoles. Un país que hasta la revolución Meijí en 1868 estaba cerrado a cal y canto a las influencias extranjeras y que en 1945 muchas de sus poblaciones más importantes fueron arrasadas por todo tipo de bombas incluidas dos nucleares, lo que no les impidió, sorprendentemente, en pocos años volver a reconstruirse, reinventarse casi, y  convertirse en uno de los países más desarrollados del mundo. Desde luego lo miremos por donde lo miremos este país es muy diferente al nuestro. 

         Así que con todos los argumentos del párrafo anterior junto con alguna artimaña conseguí convencer a Eva para que venciera sus reparos a los largos vuelos aéreos. Bieeeen.




Lago lleno de lotos. Ueno. Tokio

      Y desde luego Japón no decepciona. Desde el primer momento el contacto con esta gente te hace ver que son bastante especiales. Y que todo está muy bien organizado. Como alguna gente me ha preguntado por su nivel de vida decir que no se ven más cochazos que en España, diría que menos, la gente va vestida de forma muy normal (incluida la imagen prototípica del cansado trabajador japonés, pantalón de tela, camisa blanca); la imagen de japoneses vestidos de forma moderna es solo para una minoría de jóvenes y sobre todo en tiempo de ocio. Más que ricos , los japoneses no parecen pobres. Sus casas parecen precarias y pequeñas, y se ven tiendas de barrio muy modestas. Los establecimientos de todo tipo están llenos de gente trabajando y te atienden siempre rápido y con una notable simpatía. Si, te atienden mejor y más amablemente que en España. Es así.  Puede ser comprando un billete de tren, en la gasolinera o en un supermercado. Su eficacia y amabilidad nos sorprende


Esta gente se duerme en cualquier lado
Imágenes disparatadas. Más en el enlace de abajo. 
http://www.loneleeplanet.com/2010/01/publicly-sleeping-salarymen/


           Japón seguramente no sea el pais más bonito del mundo. Aunque es algo atrevido hacer esta afirmación cuando apenas se han pasado 3 semanas en el pais y tan solo conocemos (y no toda) la isla central, lo primero que llama la atención desde la ventanilla del tren mismamente, es que el pais está tremendamente edificado. El espacio llano que dejan las abundantes montañas los llenan en mayor o menor medida, y con las lógicas excepciones,  edificios  e  infraestructuras de todo tipo (incluyendo muchos campos de béisbol, deporte nacional).  Por otra parte las ciudades no tienen, exceptuando los templos, un gran número de edificios de gran interés, si lo comparamos, p.e. con España. Los terremotos y los fuegos han destruido  gran parte de su riqueza monumental. Además tienen el cableado, teléfono, luz, etc,  a la vista, con un aspecto que nos recuerda a nuestro país hace muchos años; la razón es obvia, aquí hay terremotos a diestro y siniestro. Lo importante es la funcionalidad. Eso si, tienen un montón de templos, construcciones de formas muy diferentes a las europeas y que nos llaman la atención por su exotismo. Y por supuesto están sus edificios espectaculares. Pero para nosotros creo que lo que más nos ha interesado ha sido  observar a los propios japoneses,  ver como viven, se mueven y organizan. Sacar un billete para un transporte ya merece la pena  en si mismo independientemente que te lleve a algún sitio. Y es que vayas por donde vayas, ya sea por un sendero de montaña, por una playa o por un templo, el espectáculo está en ellos, en sus konichiguaaaaaas, en el modo en el que responden a tus preguntas cuando andas perdido, en como entran en modo ahorro de energía, la facilidad que tienen para quedarse dormidos, en el transporte o en cualquier museo, o en la forma en la que te reciben y despiden  en un comercio. Por supuesto nunca dejas de ver cosas muy extrañas que no acabas de entender y sobre las que te haces preguntas de su por que y no siempre encuentras la razón.


Barriles de Sake. Ofrendas dentro del  santuario sintoista de Meiji Jingu

Gente y gente. Harajuku

              Finalmente un 10 de agosto conseguimos llegar al aeropuerto de Narita a 60 kilómetros de la ciudad. KLM, la compañía aérea nos lo puso un poco difícil; cogimos el transfer de Ámsterdam de milagro, (hasta una azafata nos dijo que no lo íbamos a conseguir) y además me perdieron mi maleta, mochila realmente. Eso si comimos muy bien en el avión,  y hay que decir que  al día siguiente tenía mi equipaje en el hotel Sardonix, (recomendable) en Tokio.

                 Nuestros primeros andares por la capital de Japón fueron en el barrio de Ueno,  famoso por albergar la mayor concentración de indigentes de la ciudad. Allí andan silenciosos y ordenados como el país. El parque además es una buena introducción al país ya que tiene un pequeño templo (luego veríamos un montón más), un lago de unas cuantas hectáreas en el que apenas se puede ver el agua por estar abarrotado de plantas de loto, y el sonido de un bichejo que forma parte de la banda sonora del país, al menos en verano. Una especie de chicharra de gran tamaño y poderosa voz, un insecto-tenor de sonido estridente. Si, Japón tiene algo de tropical en verano. Calor húmedo y algo sofocante.

Parte 2. Primera etapa en Tokio. 4 noches

          Nuestro periplo japonés comenzó, ya decimos,  en la capital Nipona. Decidimos dividir en dos nuestra instancia en esta "pequeña" población, por eso de no cargarnos mucho de lo mismo. Creo que fue esto un acierto ya que a pesar de tener unas cuantos parques, y sobre todo mucha tranquilidad fuera de las calles principales, puede resultar algo cansado  sobre todo si además eres un novato en la ciudad. Su tamaño es enorme y moverse es realmente complicado. Pero no es por que esté mal organizado. Todo lo contrario, está perfecto. El problema además del idioma, (aunque hay carteles en inglés) es sobre todo el tamaño, (el metro es un auténtico maremagnun de lineas, además de compañías diferentes). Un dato: el área metropolitana de Tokio, lo que sería el municipio y sus barrios dormitorios, se le considera el más poblado del mundo, algunas fuentes y cuando digo fuentes digo la wikipedia, hablan de 36 millones de personas. 

          Ahora que escribo son tantas las sensaciones que te transmite esta urbe que uno no sabe por donde empezar. En los centros neurálgicos de la ciudad y en las horas puntas se ve riadas de orientales que pondrían de muy mal humor a Chuck Norris. Tokio no parece ni multicultural ni multirracial. No tiene muchos inmigrantes y los que hay al parecer son mayoritariamente chinos y coreanos. El país tampoco tiene mucho sitio. Están petaos de gente. La densidad de población debe de ser entre 4 y 5 veces España. Así pienso en Tokio, cinco veces Madrid. Lo curioso es que a pesar de esta gran población, del bullicio de las zonas comerciales, lo cierto es que cuando uno se sale de estos lugares, la ciudad parece tremendamente tranquila. Muy silenciosa. Las calles ya imaginábamos que iban a estar limpias, lo que nos sorprendió fue que no hubiera apenas papeleras, y tampoco, aparentemente un amplio dispositivo de recogida de basura. Los camionazos esos de la basura de Madrid y sus operarios apenas los vimos. Esta gente no ensucia o lo gestiona muy bien. El dinero lo gastan en cosas más utiles que en limpiezas innecesarias. Deberíamos de aprender.


Cosas raras. Escaparate Harajuku


Vivan los cincuenta¡¡. Parque Yoyogi

A donde miras gente rara

Ya saben. Platos de plástico. Una buena forma de explicar lo que hay. 

       Estos cuatro primero días, 3 completos realmente, los dedicábamos a patear algunos barrios. Armados por un buen mapa, conocimos algunos de los muchisimos puntos interesantes de la ciudad. Como por ejemplo el templo Sensoji en Akakusa, uno de los principales de la ciudad, un claro ejemplo de la historia de muchos de estos edificios religiosos,  originariamente muy antiguos pero arrasados por diversas catástrofes,  en este caso por bombardeos durante la guerra mundial y posteriormente reconstruido. También visitamos, otros barrios como Shinjuku, con diversos zonas interesantes, (mucho cuidado con perderse en gigantesca estación, nos costó Dios y ayuda volver a nuestra senda) o Harayuku con su santuario y parque. Coger el metro por primera vez es también una experiencia. Y eso que estamos acostumbrados al metro de Madrid¡¡¡. La verdad es que el metro en si mismo es un autentico espectáculo. Sus dimensiones, impresionan. El funcionamiento, perfecto.

           Tokio a diferencia de otras ciudades como Madrid no tiene ningún lugar al que se pueda llamar el centro, centro. Tiene diversos barrios cada uno con su personalidad. El citado Harajuku, por ejemplo, es famoso por la juventud que sobre todo los fines de semana les visita. Adolescentes y menos adolescentes vestidas de lolitas o de forma siniestra se reúnen por allí, y la mayoría de los turistas lo visitan con idea de verlas incluso fotografiarse con ellas. Lo que es la vida, tras buscarlas en un maremágnum de gente y perdernos por sus calles,  ( no sé si he comentado que las calles no tienen carteles con su nombre) finalmente y ya en una zona un poco apartada las afueras de todo este barrio tuvimos la oportunidad de compartir mesa con una de ellas. Parecía buena chica. Dejó salir amablemente a Eva de su rincón.  Posteriormente nos fuimos al principal santuario (sintoísta) de la ciudad donde se parecían  celebrarse bodas, bautizos y comuniones ( al estilo sintoísta, por supuesto)


Shinjuku. Zona de Rascacielos


Ayuntamiento de Tokio. Cincuenta plantas de na y mucho funcionario

Vistas de la ciudad. Un mar de edificaciones. El campo no existe.

        Muy entretenido. Y posteriormente visita al parque de Yoyogi conocido por los especímenes que se ven. Allí te puedes deleitar contemplando a los japoneses en su tiempo de asueto vestidos de forma extraña, algunos bailando algo tan ajeno a su cultura como rockabilly y gente jugando a la comba comunitaria. Que ingenuos¡¡.

          Y así entre barrios diversos llegó el día de cambiar de aíres. Nuestro destino la comarca de Nagano Ken en  la zona de los Alpes japoneses. Concretamente la ciudad de Nagano, por cierto, sede en el pasado  de  unos Juegos Olímpicos de invierno. Nagano resultó ser una localidad con una sola (aparentemente) atracción: Su templo Zenkoji. Además del templo lo más destacado fue nuestro alojamiento, un auténtico Ryokan, alojamiento tradicional con su tatami, sillas en el suelo, futones y baños termales. Todo muy autentico, eso si algo estresante el lio con los zapatos; Aquí se los quitan y en cada estancia, baño u onsen, tienen unas chinelas que tienes que ponerte. Menos en el tatami que hay que ir descalzo. Vamos un lio.



Aqui tenemos a Eva purificándose. Zenkoji, Nagano

              Lo mejor de su alojamiento es que estaba dentro del recinto del importante templo  de Zenkoji.  Su magnifica situación nos hizo de alguna manera hacernos medio budistas, a mi me dio por leer el librito sobre Buda que teníamos por allí, e indagar via internet en esta creencia. La verdad es que algo he intentado conocer un poquito sobre sintoísmo y budismo. Además teníamos la oportunidad de asistir a algún tipo de celebración religiosa. Todo estaba al lado. Eso si, a las 5 de la mañana. Y a esa hora Eva y yo nos plantamos en el templo. Sin entender nada de los que nos decían y nos indicaban, probando la paciencia de los encargados del templo,  acabamos haciendo una fila en medio del templo sin saber para que. Pronto lo adivinamos y es que lo que parecía un policía nos indicaba que nos arrodillaramos y es que como una locomotora apareció un tío calvo, regordete  imbuido en una especie de túnica morada, con dos acólitos, (donde lea acolito, lea monaguillo) dándonos el tiempo necesario para unir nuestras manos en modo oración y bajar la cabeza para que este señor budista nos santificara, ¡¡ madrugar para eso’’. Bueno, luego sin seguir sin entender mucho de los que nos querían decir,  nos iban poniendo aquí y allá, previo pago en una maquina automática  y acabamos arrodillados viendo la misa budista, sentados, así estaba todo el mundo, sobre nuestras piernas. Un modo a que los japoneses estarán acostumbrados (todo el mundo estaba así) pero poco habitual para unos occidentales. Creo que que no aguanté ni 10 segundos, 8 de ellos sufriendo de forma terrible. Menos mal que había una mujer de unos 90 años que cambió a una postura intermedia, la imité, ya no iba a ser yo solo, que me resultó incomoda pero menos. Para terminar con nuestro suplicio, en este caso de Eva, solo se nos ocurre meternos en el pasillo de la “iluminación”, lugar, angustioso y no apto para claustrofóbicos donde unidos a otras personas nos intentan demostrar lo que el dicho español ya ha repetido… Que no somos nadie (con acento andaluz). En fin madrugar y pagar para sufrir. Bueno, fuera bromas toda una experiencia, una más en este viaje.




Parque Natural de ¿Tomagashi ?

Nagano se puede decir que es una localidad donde todo gira alrededor de su templo. Durante el día y durante la noche ya que allí se celebraba una fiesta al estilo japonés, con sus tenderetes de artesanía, con sus puestos de perritos y otras comidas más del país, con sus actuaciones folklóricas y con sus bailes regionales. Muy curioso un baile comunitario donde un grupo de personas, con un tamborilero (al estilo japonés) en una planta superior, realiza una coreografía, a medio camino entre el baile y la gimnasia matutina. La verdad es que nos tenía obnubilados.



Por los Alpes Japoness. Hakuba.


Parte 3. Recogemos el coche y nos ponemos la boina.

           Si, al día siguiente recogimos en Nagano el coche que habíamos decidido alquilar para poder movernos más a nuestro aire e intentar adentrarnos un poco más por zonas más rurales y conocer algo más la naturaleza del país. El hombre que nos atendió en la agencia de alquiler no tenía ni pajotera idea de inglés. Vamos, que no debía de saber decir ni hola. Esto supuso un pequeño problema para intentar comprender  el coche que nos daban ya que tenia cosas muy raras. El volante a la izquierda, el freno de mano en el pie, no habia embrague, tenía una palanca muy extraña (ya han adivinando de que era automático), todas los indicadores  cambiados de sitio, además de otras cosas que jamás conseguimos entender para que servían y que esperabamos jamás tener que utilizar. Por lo menos el combustible, nunca supimos cual era,  tenía un simbolito de color rojo. El rojo es lo que teníamos que echar.  Conseguimos adivinar muchas cosas gracias a nuestro natural ingenio español y también a un teléfono que nos ponía en contacto con las oficinas centrales de Mazda rent a car Corportaion desde donde  una buena mujer nos intentaba aclarar en inglés diversos conceptos, entre ellos, majetes, que nos llevaban el día de vuelta a la estación de tren. Detallistas.

             Y allí nos metimos en el tráfico japonés confundiéndonos como unos orientales más.  Aunque no era la primera ocasión en la que conducía por al izquierda eso no impidió que nos  diéramos algún susto al ver coches sin conductor, o lo que es peor, conducidos por un niño de 4 años amarrado a su sillita o algún perro (por cierto, muy pocos son los canes que se ven por el pais). Pero fue poco tiempo, Poco a poco me fui acostumbrando al coche, no se si tan rápidamente Eva que juraba que me acercaba demasiado por su lado a unos enormes barrancos que había, ya que directamente nos metimos en zonas de montaña.  Hay que decir que son bastante respetuosos conduciendo, más que aquí, los gañanes son menos. Ya que teníamos el coche decidimos acercarnos hacía un pequeño parque natural o algo así ( no soy capaz de encontrar su nombre ni a través de google)  donde dimos nuestra primera caminata. Fue el primer contacto con los senderos japones y con sus carteles indicativos en japonés.  Hay que decir que por allí tiene una enorme afición al senderismo y montañismo, no es dificil ver en televisión programas relacionados con esta actividad e incluso en alguna serie dramática de televisión los protagonistas eran montañeros. Curioso. En este lugar había por  cierto numerosos carteles donde aparecía el  retrato de medio cuerpo de un oso. Yo, optimista, pensaba que se trataba de un pobre oso amoroso perdido, al que sus dueños echaban mucho, mucho de menos. Eva, más realista, pensaba que esos rallajos y simbolos que tiene como escritura debían de poner algo así como: Cuidadito con los Osos. Tenía razón.



Castillo de Matsumoto. 


El mini coche que alquilamos


De esta guisa se fotografían los niños ( y algunos mayores) japoneses.

         Por cierto las carretas son bastante malas, peores que las nuestras. Así que la velocidad media es baja. Lo que yo entendía como una carretera normal en España aquí era una estrecha carreterucha de esas de montaña. Los 660 centímetros cúbicos del minicoche, una cilindrada al parecer muy normal allí, tampoco daban para mucho, pero yo razonaba, si los 600 remontaron puertos como Navacerrada o Pajares con 6 ocupantes más sus equipajes para todo el verano, como no lo iba a hacer este modernísimo Mazda, con 60 cc más. Estaba en lo cierto.

          Para no extender mucho nuestro periplo por los Alpes digamos que nos alejamos 3 noches (en dos turnos)  en la localidad de Hakuba que nos sorprendió por lo destartalado de su casco urbano y alrededores, sin iluminar, con muros medio derruidos, aceras precarias y campos de cultivo, arroz en todos los solares y alrededores. Nos alojamos en una lodge-albergue donde fuimos una de las dos noches sus únicos inquilinos. Era un establecimiento en crisis salvado por la simpatía, al viejo estilo, japonés, sonrisas y reverencias por doquier. Aquí en Hakuba y sus alrededores hicimos algunas cosillas de caminar que en un caso nos hiceron subirnos a las montañas. Nos llegamos hasta una estación de ski donde tras pelearnos también con el idioma pudimos hacer una buena pateada de casi 500 de desnivel por estas montañas. Nos gustó, echamos la mañana entera y ya puedo decir que lo que llaman Alpes japoneses son unas montañas muy verticales, deben de ser muy jóvenes, donde destaca la presencia de abundantes neveros, en una cota relativamente baja. Sobre los 2000 metros. También vimos especies conocidas como tejos, hayas, abedules y serbales. Vamos como en casa.


        Otras  dos noches las pasamos en otra especie de Ryokan, más cutre que el de Nagano, en una pequeñísima localidad llamada Hirayu, donde no vimos ni un solo occidental.  Allí  el agua caliente salía por todos los lados y fue curiosos observar como cocían los huevos en lo que era un fuente normal y corriente. Aprovecho para decir que al parecer Japón es el país con más aguas termales del mundo. El segundo, he leído, es Islandia. En Hirayu resultó haber una especie de Onsen, al aire libre, en un entorno fantástico, y libre, es decir nadie te cobraba por entrar, solo tenían una especie de buzón donde dejé unas monedas. Allí que me metí sin entender nada y estuve un buen rato frente a otro oriental ambos en pelotas, retozando por las calientes aguas y eso si rodeado por hayas y tejos. Eva por su parte no quiso meterse en el Onsen femenino, pero estuvo tranquilamente en un museo bar muy japonés. Aprovecho para comentar que el Onsen, o sauna tiene muchísima tradición allí y forma parte de su cultura e incluso de relacionarse. Dicen.

         También en estos días visitamos la localidad de Kamicochi, una de las más famosas del país en los que a naturaleza se refiere, una especie de Ordesa a la que me recuerda en tanto en cuanto no es posible acceder con tu propio vehículo y que se encuentra si no en un cañón como en la montaña aragonesa, si en un amplio valle. Alli nos dedicamos a patear un poco y a repartir (como hacen los japoneses)  konichiguaaaaaaas a diestro y siniestro. Incluso un grupo con pinta de españoles (lo eran) que agacharon la cabeza también tuvieron su konichiguaaaaaaa. La verdad es que la ruta resultó muy bonita. Como buenos españoles decidimos salirnos un poco de las rutas indicadas, ayudadas por un pequeño mapa, pero tras los primeros cinco minutos, totalmente solitarios sin un alma humana, empezamos a oir unos ruidos muy raros que no eran de pájaros y que a mi mo me parecían muy amistosos. Poco más adelante cruzaron dos cosas negras. Yo solo vi una y me pareción un oso. No, era un mono de cierto tamaño. El encuentro con los primates y el recuerdo a los osos, más la sorprendente soledad nos hizo retroceder a nuestra senda y a los Konichiguaaaas.




Kamicochi


Más Kamikochi

El Ryokan de Hirayu. La gente sale a la calle así. Nosotros no.


Templo en Kyoto

       Parte IV. Dejamos el coche y nos vamos a Kyoto.

         Llegó el dia de devolver el coche, y otra vez estaba el tipo que no hablaba ni papa de cristiano (entendiendo por cristiano, algo de inglés). Allí le entregamos el coche y se entabló otra absurda intento de conversación, alrededor de la palabra station, en inglés, que nos llevaba, que no, que si, que era otra cosa. Al final el movimiento de manos aclaró el asunto. Y nada abandonamos el fresquito de los Alpes japoneses para llegarnos un poco al sur a la famosa localidad de Kyoto que representa el Japón más tradicional. Nuestro alojamiento era un barato e impecable estudio algo alejado del centro, no mucho, y en Kyoto, hay que resumir básicamente se supone que uno debe de visitar el mayor número de templos posibles e intentar ver geishas, pero creo que lo que mas nos gustó fue su modernísima estación de trenes un edificio que cumple con lo que uno imagina de este país. Un futurista  y funcional edificio que nos dejó bastante alucinados. Y luego también a destacar caminar por sus estrechas y solitarias calles. También nos pateamos algunas de sus rutas de templos que la verdad es que están bien, pero que llega un momento en que tanto templo puede llegar ya a cansar. Desde Kyoto un día nos dirigimos a Hiroshima, (400 km al sur)  y pudimos disfrutar de su nueva disposición urbanística (esto no es un chiste) , su museo y los restos que quedan de un  edificio que sobrevivió a la bomba y que permanece como símbolo de aquel terrible día. Una cosa que nos sorprendió (una más) es que los propios japoneses parecían retratarse  con gran alegría obviando momentáneamente,  lo que pasó allí hace unos cuantos años.


          Destacable el museo conmemorativo de aquella masacre. Como decían en algún video la gran diferencia de una bomba nuclear son sus consecuencias ocultas en forma de radiación. Una página negra más de la historia del ser humano. También y a petición de Eva y pasando de las acostumbradas visitas a Kobe y Nara, visitamos una colina cercana de nombre Kamura o algo así. Parecían desde luego interesantes pero la razón ultima es que es donde se inició el Reiki actividad en la que Eva esta algo iniciada. No vimos mucha actividad del Reiki pero si completamos un bonito paseo por una zona montañosa con unos enormes cipreses, y lo que a mi me llamó mucho la atención, abundantes acebos confirmando.



Por lo viejo de Kyoto

Templos y templos en Kyoto

Geisha en postal

Geisha o lo que fuera en Kyoto


Buda. Kyoto

Estas tablitas se utilizan para pedir deseos

A los Budas les colocan unas especies de baberos

Futurista estación de Kyoto. Trece plantas, de un diseño curiosisimo.


Sopa de Miso

Karumba

En ese punto uno se puede recargar de energía. El Reiki, nació aquí.

Raices de cipreses gigantescos. Karumba

Hiroshima


El simbolo de Hiroshima. A pocos metros del  epicentro de la bomba estó es lo unico que quedó 

Miles de garzas de papel. 


La hora de la bomba (Y no me refiero a la de King Africa)

Jardín japonés. Kyoto



Recta final. Kamakura y de nuevo Tokyo

Finalizado nuestro periodo Kyotano nos pusimos en dirección a la localidad costera de Kamakura. Lugar muy conocido por haber sido, brevemente, capital de Japón, hacia 1100-1200 aprox. y también famosa por sus templos, su buda gigante y algún paseo pintoresco. De hecho la comparan con Kyoto pero en versión de bolsillo. Pero a nosotros, tras llevar ya más de dos semanas de viaje, lo que más nos interesaba de esta población eran unas playitas  que nos habían chivado allí había.  Vamos, la idea era ver el mar y remojarnos, algo aunque parezca increíble, de lo que hay muy poca (o sorprendentemente ninguna)  información (en español al menos)  en las guías de viaje y en los blogs. La verdad es que este lugar dió bastante juego y hasta en cinco diferentes ocasiones nos acercamos a la playa. Otra cosa destacable en Kamakura es que estaba lleno de carteles avisando de la posibilidad de un Tsunami y de como poner pies en polvorosa los más rápido posible.  De hecho  esta localidad ha sido arrasada por alguna ola gigante en el pasado. Nuestro alojamiento, una especie de Bakcpackers al estilo japonés, estaba a apenas 250 metros de la playa y a una escasísima altura. A pesar de eso, y de la estrechez de la habitación, apenas 12 metros, que compartíamos con otras 4 personas,  dormimos muy bien.




Bahía de Tokio




Playa de Kamakura



Fiestorro en la playa


Buda de Kamakura

        La playa que visitamos en Kamakura también parecía muy diferente a las españolas. Para empezar todo el mundo llevaba tabla de surf o algo similar  y el que no la lleva se deja llevar por las olas, como yo mismo lo hice, haciendo el cuerpo de tabla. Luego a pesar de ser Japón un lugar muy organizado y tranquilo, curiosamente esto fue lo más bullanguero que vimos, una especie de party dominical para jovenzuelos. Para más inri en vez de gaviotas había unos milanos negros, como los hispanos, sobrevolando y algunos carteles avisaban de sus picados, no en busca de ratones ni pequeños conejos, si no de la comida de los bañistas.  Luego está la precaución de esta gente, con un mar algo revuelto pero nada del otro mundo  sacaron la bandera roja y casi no dejaban ni que te metieras hasta las rodillas. Curiosamente, esta playa  fue el único lugar desde el que contémplamos el monte Fuji, y eso que nos habían dicho que se veía desde cualquier parte del país. Eso si, al parecer en agosto esta montaña, simbolo del país  suele estar tapada por las nubes, por lo que no la incluimos en nuestro recorrido. La verdad es que, a pesar del aspecto algo tercermundista de aquello, (ni paseo maritimo ni na) nos gustó mucho y de buena gana nos hubiéramos quedado algún día más.






Y tras nuestro periodo Kamakura pusimos rumbo hacia Tokio donde íbamos a pasar nuestras ultimas cuatro noches. Nuestra sorpresa el hotel Nihombashij villa, un hotel de negocios ( los llaman así) y que consiste en habitaciones lo más pequeñas posibles  y prueba de su clientela es que en la información que ofrecían estaban lo que parecían prostitutas.

En Tokio completamos algunos de los puntos de interés que nos faltaban (y claro nos dejamos muchos otros).  Por ejemplo en barrio de Ginza, una especie de  barrio de Salamanca a lo bestia y con 20 veces más de megavatios de luz, Shibuya donde fuimos al cine, (18 euros de na) y por supuesto la zona del  palacio Imperial, agradable lugar pero donde poco puedes ver de la residencia imperial. La Zarzuela, o mejor dicho, el Palacio de el Pardo de allí. 


Pero sin duda la visita estrella fue el que hicimos a la bahía de Tokio. Primero el viaje en si es alucinante y quizás es lo que más recuerde a Blade Runner, (dicen que Tokio es inspiración de la película). Para dirigirte a una isla artificial que han creado hay que coger el tren monorraíl ¡¡ sin conductor¡¡. Fue un flipe ponernos en lo que sería el puesto del conductor y de verdad que la experiencia es alucinante, parece que estás en un parque de atracciones, con la diferencia de que realmente te lleva a algún sitio. Las vistas desde el tren son espectaculares como también lo es el atardecer en la isla artifical que han creado. Una belleza muy particular donde se mezcla la naturaleza, (el mar, los peces saltando por el agua, con los impresionantes edificios y la iluminación de la ciudad)

También a destacar la visita al museo Edo, en Tokio con sus maquetitas muy interesantes donde nos acompañó una guía voluntaria, un servicio inimaginable en España (dirían que quitaría puestos de trabajo). Se trata de gente, básicamente mayor, algunos no tanto, que hacen de guías de la ciudad de forma gratuita supongo que por entretenerse, conocer a extranjeros o simplemente por practicar otros idiomas. Al parecer hay más de 50.000 registrados en el país y a nosotros nos tocó una mujer de aire occidental. Maja ella. Otro museo que visitamos fue el del Sumo, sito en un estadio de este deporte. A mi personalmente me hizo bastante ilusión ver algún luchador, con su barriga, mofletes, peinado y kimono. 

Y así entre una cosas y otras fue pasando el tiempo. Y finalmente el día 31 cogimos un avión ya de vuelta a Madrid, donde tuvimos la suerte de compartir asientos con una japonesa que nos explicó algunas cosillas de su país.



Cerca del museo del Sumo

Cruce en Shibuya


Tokio Skytree. 600 impresionantes metros de torre.







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